Las distopías de black mirror y las reivindicaciones por el reconocimiento. Escenarios de reflexión
- Mary Luz Alzate Zuluaga
- 26 sept 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 1 nov 2018
La distopía explica la fisonomía negativa del futuro cercano, nos hace imaginar los peligros de las situaciones más inverosímiles, confrontándolas, a su vez, con nuestro presente. En la definición de la Real Academia Española es la “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.” Destacando así tres características; ficción, futuro-negativo, alienación.
Ese papel potente de la distopía lo ha explorado a lo largo del siglo XX la literatura en diversas obras de autores como R. Bradbury, A. Huxley; G. Orwel, en el siglo XX, o en obras como “Los juegos del hambre” o “Mañana todavía: doce distopías para el siglo XXI”, entre otros (algunos remontan la existencia del género distópico en la literatura mucho más atrás, a la obra La tempestad de W. Sheakspear).

Fuente: Recuperado de https://divergentemexico.blogspot.com/2014/04/cual-de-estas-8-distopias-clasicas-es.html
Este ha sido un género explorado también por el cine, películas clásicas como Metrópoli y Brazil, entre muchas otras, son frecuentemente nombradas o, a través de programas de televisión con series británicas famosas desde comienzos del siglo XXI hasta la más reciente serie de televisión de Charlie Booker, Black mirror, enfocada en las distopías a partir de los dispositivos electrónicos que ya conocemos o estarían por salir al mercado.
En el ámbito académico las distopías tienen menor eco analítico pese a la oportunidad que ofrece al pensamiento reflexivo. Por un lado, un análisis distópico llevaría a imaginarnos la proximidad de nuestra sociedad con la realidad, la cual habría de encarar crítica y propositivamente en las Ciencias Sociales para alertar sobre problemas públicos que pudieran ser prevenibles. Por el otro, amplía nuestra perspectiva a los temas provenientes de la virtualidad que ya no podemos seguir considerando ajenos, como pura ficción, o que no competen a nuestra realidad situada y alienante.
Asumiendo así superar la mirada de retrovisor con respecto a los medios, de la que habla McLuhan, para no seguir mirando al futuro con la lente y los parámetros del presente, frente a lo cual el autor propone:
“Si el hombre occidental alfabetizado estuviera realmente interesado en preservar los aspectos más creativos de su civilización, no se encogería de miedo, encerrado en su torre de marfil, lamentándose del cambio: al contrario, se zambulliría en el vórtice de la tecnología eléctrica y, comprendiéndola, prescribiría su nuevo entorno, convertiría su torre de marfil en una torre de control. Pero puedo entender su actitud hostil. Yo mismo, hace tiempo, compartí su prejuicio” (McLuhan; Norden, 1969, p. 89. Citado por Martínez-Lucena y Barraycoa, 2017, p. 21)
Los Fake news (noticias falsas), los escenarios emergentes de comercio con monedas para el intercambio virtual o beat coins y los retuits desde perfiles falsos en redes sociales, entre otras situaciones, ya dejaron de ser una existencia exclusiva de una interfaz oculta o de la web profunda (deep web). Los materiales, prácticas y usos culturales que han surgido en la virtualidad han comenzado a condicionar, y cada vez con más fuerza, nuestra vida social y política, alterando las relaciones interpersonales, las opiniones públicas y los roles en el ejercicio de poder, así como los mecanismos de creación de confianza y de coalición de voluntades.

Fuente: Diario La Verdad
Vivimos en un momento cultural y social caracterizado por una diversificación de las demandas sociales en las que, retomando el planteamiento de Honneth (2010), el menosprecio a las diferencias en capacidades y facultades individuales en una sociedad dificulta eliminar las condiciones de desigualdad derivas de un tratamiento injusto y del daño al otro. Si existe un consenso en los aspectos que ofrece a la especie humana la llamada cibercultura, es la posibilidad que ofrece el ciberespacio, de un contexto común descentrado, de acuerdo a Levy (2011), dispositivos bajo el esquema todos-todos con la posibilidad de multi-participantes, a diferencia de lo ocurrido en el pasado con la “prensa, la radio, la televisión [que] están estructurados por el principio uno-todos: un centro emisor envía sus mensajes a un gran número de receptores pasivos y dispersos. El correo o el teléfono organizan relaciones recíprocas entre interlocutores, pero solamente según contactos de individuo a individuo o de punto a punto.” (2011, p. 49)
Por lo cual, en medio de los múltiples relatos distópicos, también estamos abocados a explorar en el presente las posibilidades políticas y culturales que ofrece la ciber-conexión, la creación de comunidades virtuales y la inteligencia colectiva, dado que la adopción de una indivisibilidad de los conflictos intersubjetivos, se refiere a la idea de que el reconocimiento no es una reivindicación del individuo que se refiera meramente a unos objetivos culturales por la identidad diferenciada del individuo, sino que son conflictos por el reconocimiento integral del individuo, dentro de unas condiciones históricas. Es decir, también son reivindicaciones por unos objetivos materiales y jurídicos de igualdad en la interrelación con los otros, frente a los cuales tenemos todo un horizonte por construir como sociedad, que nos distancie voluntaria y de forma práctica de las distintas distopías, porque el destino común aun nos pertenece.
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