La guerra como un juego sin vencedores y la verdad como una necesidad colectiva
- Mariana Rojas Agudelo
- 18 feb 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 19 feb 2020
Ver en un mismo escenario y sin arma alguna a un ex guerrillero de las FARC, a un ex militante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y a un militar retirado del Ejército es una realidad tajante y promisoria de la vida por fuera de las trincheras. Una realidad posible durante el Tercer Encuentro por la Verdad “Nunca más niños y niñas en la guerra”—organizado por la Comisión de la Verdad en Medellín el pasado 22 de noviembre de 2019—el cual suscitó las reflexiones de este escrito. En este fue posible observar en el mismo espacio a víctimas, victimarios y co-víctimas que tuvieron la posibilidad de dialogar, explicar, pedir perdón, expresar el dolor, e, incluso, simplemente callar y contemplar la escena. Todo eso se tradujo en un ejercicio de perdón y sanación para los y las implicadas, pero también para toda la sociedad colombiana.

Fuente: Comisión de la Verdad Colombia, 2019.[1]
Lamentablemente, dicho encuentro —donde hubo espacio para testimonios, discusiones y claridades—pasó desapercibido para la opinión pública en general. Al parecer, los procesos de verdad y de perdón no son objeto de interés para los medios de comunicación, ni para los grandes personajes políticos, ni para la gente de a pie. Se trata de un problema de poca resonancia y difusión, desinterés o falta de empatía frente a cuestiones trascendentales de construcción de paz y reconciliación.
La cita en esta ocasión fue para hablar de la niñez en la guerra, un flagelo vivido por muchas familias de Colombia, causante de un sinnúmero de discusiones durante el proceso de paz, e incluso utilizado como argumento para deslegitimar las negociaciones —como reacción a la negación constante del reclutamiento forzado de menores por parte de la guerrilla de las FARC durante gran parte del proceso de paz[2]—.
El espacio posibilitó discusiones históricas y políticas de profundidad y de difícil comprensión. Por ejemplo, ¿cómo entender a una persona que, siendo víctima de los atropellos del Estado, a través de los militares, se incorpora a una guerrilla para aumentar el saldo de afectados por el conflicto? ¿Cómo entender los matices de toda la escena multicausal y multidireccional de violencia? Así, desde una reflexión académica, eventos como este complejizan la categoría de víctima y posibilitan un entendimiento más amplio o menos hegemónico de la misma.
No, no se trata de justificar o celebrar el accionar. Más bien se busca comprender el contexto y las razones que llevaron al hecho victimizante, es decir, a ahondar en los sentimientos o ideas que pueden llevar a cualquiera a ser parte de un grupo alzado en armas, o quedarse quieto frente a su situación, o agenciarse para cambiarla. En otras palabras, a través de la comprensión del contexto, se supera o se duda sobre la lógica binaria de víctima y victimario, con el objetivo de develar esas complejidades que no saltan a la vista.
Ahora bien, saliéndonos de la discusión académica, este encuentro con la verdad es un espacio pedagógico, de esos que necesita la sociedad colombiana en época de pos-acuerdo para entender la realidad de lo que ocurrió: las razones, los actos, las consecuencias, el dolor y las contradicciones de este conflicto que no ha acabado.
Si bien el carácter del encuentro era público, de nivel nacional, abierto a toda la ciudadanía, fuera víctima o no; este resultó ser un evento enmarcado en lo protocolario del acto de perdón. El reconocimiento de los actos por parte de los victimarios fueron intervenciones formales, escuetas y recitadas. Esto puede percibirse como un distanciamiento enorme entre los implicados y un contrasentido ante la necesidad de las víctimas de un reconocimiento de culpas sincero.

Tomada por: Alejandro Patiño Maya, 2019.
Lo anterior deja un sinsabor del evento. Sin embargo, más que un evento dirigido a las víctimas se puede pensar como un evento dirigido al ciudadano de a pie, ese que no ha vivido directamente el conflicto y que no dimensiona sus repercusiones. Alternadamente La Comisión de la Verdad gestiona espacios de verdad y perdón a nivel territorial, que se caracterizan por ser más pequeños en instalaciones y logística, con una mayor intimidad para las víctimas y conexión entre los participantes. Estos espacios no siempre son abiertos al público en general, no es precisamente su propósito. En cambio, eventos como el de “No más niños y niñas en la guerra” son significantes por su contribución a esclarecer los hechos para la sociedad colombiana, como sujeto colectivo victimizado.
Es por esto que preocupa la poca asistencia, considerando que era un evento nacional. Con mayor razón de haber sido un evento precedido por el escándalo expuesto en el debate de control político al entonces ministro de defensa, Guillermo Botero, del bombardeo a un campamento de disidencias de las FARC en el cual murieron al menos 8 niños y niñas, según cifras oficiales de la Fiscalía[3]. A pesar de esto, la participación no fue suficiente. Se evidencia otra vez —como se concluyó tras los resultados del plebiscito de 2016 —que los interesados en la No Repetición del conflicto son los afectados por este. Son ellos los que se encuentran solos frente a una ciudadanía urbana indolente, un gobierno que reduce en un 40% el presupuesto de La Comisión de la Verdad y un conflicto que se agudiza en las zonas rurales nuevamente.
Invito a ese joven que nunca se ha preguntado sobre las atrocidades de su país, y al que siendo estudiante se las ha preguntado e igual no sale de las aulas de clase; invito al académico que se ha olvidado de volver a esos espacios porque lo absorbe el mundo del escritorio; invito, en vano, a los políticos que andan de boca en boca, y que su boca no para de utilizar a los niños y niñas como escudo retórico para prolongar esta guerra; invito al marchante, para que defina y defienda (sin descansos decembrinos) las razones por las que marcha; pero, principalmente, invito a los habitantes de Medellín y sus alrededores, quienes han desaprovechado la oportunidad de participar de un espacio crítico que reta los discursos hegemónicos sobre le conflicto armado y quienes son más susceptibles de creer estos discursos guerreristas.
A la comisión le quedan 2 años, y si no seguimos el proceso que están realizando, menos entenderemos el informe de verdad que entregarán.
Referencias
[1] Comisión de la Verdad. (2019). Niñas, niños y adolescentes le hablaron a Colombia. Recuperado de: https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/nunca-mas-ninos-y-ninas-en-la-guera-ninas-ninos-adolescentes-hablaron-colombia
[2] Veáse el artículo “El falso relato de las Farc sobre el reclutamiento infantil” del director para las Américas de Human Rights Watch, Juan Miguel Vivanco, publicado en El Tiempo. Recuperado de: https://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/el-falso-relato-de-las-farc-sobre-reclutamiento-infantil-jose-miguel-vivanco-336160
[3] “En el bombardeo en Caquetá murieron ocho menores, no siete, revela la Fiscalía”. (6 de noviembre de 2019). El Espectador. Recuperado de: https://www.elespectador.com/noticias/judicial/en-el-bombardeo-en-caqueta-murieron-ocho-menores-no-siete-revela-la-fiscalia-articulo-889859
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