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Entre la desigualdad social y económica y el conflicto armado

Actualizado: 13 abr 2020

El presente artículo responde a la pregunta, ¿existe una relación entre la desigualdad social y económica con el conflicto armado? Mediante una reflexión del caso de la región del Eje Cafetero en Colombia. En su primera parte encontraremos en qué momento sucede la injerencia de esta región al conflicto armado y sus posibles causas relacionadas con la crisis por la baja del café a finales de los 80’. En la segunda parte visibilizaremos sus actores y algunas acciones y por último sus consecuencias y la exposición de las reflexiones.


I


Las principales causas de la injerencia de las comunidades en los conflictos armados derivan de los efectos estructurales de la desigualdad social y económica. Por ello, los lugares donde abunda la pobreza, la miseria o donde decaen los mecanismos de sostenibilidad económica, han sido territorios focalizados como escenarios útiles para fines bélicos. Uno de los territorios donde se visibiliza este acontecimiento es el Eje Cafetero.


A finales de la década de 1980 cayó el precio del café, luego de abrir mercados y tener la mayor tasa de exportación desde su comienzo. Esta afectación fue tan alta que para “1970 el 20% de la economía regional [del Eje Cafetero] estaba basada en las ventas de café” (Rettberg, 2012, p.96). El desplome del valor de exportación afectó principalmente a los productores y comerciantes de los departamentos del Eje cafetero: Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, la subregión del suroeste del departamento de Antioquia, el Norte y Oriente del Valle del Cauca; quienes sostenía una estabilidad económica relativamente alta en comparación con otros departamentos del país.


La vida productiva, en la región, que por más de 30 años fue exclusivamente dedicada el cultivo, venta y comercialización del café, mantenía a la zona en un aislamiento de las dinámicas del conflicto armado, pero en medio de la crisis ocasionada por el desplome del precio del café, la desigualdad social y económica incrementó posibilitando un escenario propicio para la vinculación a la violencia. Así:

  • La pérdida de estabilidad económica de los pequeños productores cafeteros.

  • La producción de café está ligada a minifundios productores con pequeñas y medianas extensión de tierra.

  • El acompañamiento institucional de la Federación Cafetera en la consolidación político administrativa de estos territorios. La Federación permeó muchos espacios con su misión social, como la dotación de escuelas, adecuación de carreteras, seguridad vial, formación a caficultores, alimentación al ejército y estabilidad económica para sus habitantes que permitieron a los departamentos tener un ente público-privado permanente, aislándolo -en cierta medida- de las dinámicas del conflicto social y armado.

  • La desregulación de la relación entre la calidad de vida y el buen vivir mediados por la buena distribución del recurso que las comunidades campesinas tenían durante la bonanza cafetera.

  • El debilitamiento de las instituciones del Estado que en gran medida operaban gracias a la Federación y a la estabilidad de la producción del recurso natural. Se inició un episodio de inestabilidad política que fomenta la corrupción de las instituciones estatales, “crean problemas presupuestales y de manejo macro y microeconómico, todo lo cual está asociado con una mayor incidencia de conflictos” (citado por Rettberg, 2012, p.87).

  • La escasez en la empleabilidad de los habitantes de la zona que bajó su posibilidad del sustento y la obtención de una vida digna.

  • La vocación agrícola que posibilitaba la mano de obra, conocimientos y terreno fértil para cultivos ilícitos.

  • Su importancia geoestratégica que se torna céntrica y de conexión para el resto del país, útil para la implementación segura de corredores para el paso de armamentos y estupefacientes.

  • La infraestructura dejada de la bonanza cafetera que adecuó vías y terrenos perfectos para la movilidad y el cultivo.

II


En efecto el retorno a la Violencia tomó protagonismo en el escenario del Eje Cafetero, silenciada desde la guerra entre Liberales y Conservadores comprendida entre 1948 a 1953, en medio del debilitamiento económico y social y, en la necesidad de expansión en las lógicas del conflicto armado, confluyen las situaciones propicias para que las acciones bélicas encontraran un campo indicado para su actuar.

Tomada por: Laura Cristina Gómez Ruiz. Municipio de Pácora, Caldas, 2015.

En primera instancia la aparición de la guerrilla de las FARC “(…) en 1985 las guerrillas solo estaban presentes en 2% de los municipios dependientes del café, este porcentaje creció al 53% en 1995 y siguió aumentando (OPP, 2002; véase también Echandía, 1997)” (Citado por Rettberg, 2012, p.98). Con dos bloques de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el 9 y el 47, ven una oportunidad en su expansión por medio de control e intervención de esta zona. Mediante una estructura de comando centralizada coordinada por el secretariado hicieron presencia en los años 90, en el paso del Nororiente Antioqueño que se comunica en medio de la cordillera central al norte y oriente de Caldas; permitiendo abrir corredores de movilidad ahora protegidos hacia el Magdalena Medio y el Pacífico. Con ello, comienza una época de aumento en la tasa de homicidios, secuestros, extorsiones, con alarmantes cifras de desplazamiento forzado de un conflicto que aún no cesa.


Durante esta época y con mayor peso al inicio del nuevo siglo, el Eje Cafetero comienza la producción de grades cultivos de coca, sobre todo al occidente y el magdalena medio, donde se suplanta el cultivo de café por la coca a falta de garantías para el desarrollo rural y la posibilidad de una seguridad dada por el ya existente conflicto armado que generan un escenario propenso para esta práctica agrícola.


En medio del anterior contexto y durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002) se promovió la política Seguridad Democrática. Con ella se realizó una férrea intervención militar con fuertes confrontaciones armadas entre las Fuerzas Militares y las FARC. Las víctimas sujetos de atención y/o reparación ascienden a 231.505 (Unidad de Atención a Víctimas, 2016) que se suman en silencio a las grandes masacres[1] en Riosucio, Pelsivania, Quinchía, Potosí, etcétera, además, de las múltiples afectaciones silenciosas de homicidios relacionados, secuestros y desplazamiento forzado. Aparece, un medio de esta confrontación un nuevo actor, los grupos paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, extendidos a través del Magdalena Medio e infundiendo más terror e incertidumbre del que se había generado.


III


Sus consecuencias fueron letales, la descomposición del tejido social, el cambio en la vida comunitaria y cotidiana a raíz de vivir episodios violentos, el retorno o no a sus territorios, la afectación a los componentes cognitivos, emocionales y relacionales que trazan la subjetividad de las víctimas, etcétera, que en la actualidad hacen eco con los aún existentes controles territoriales a manos principalmente del paramilitarismo y el narcotráfico.


En tiempos de construcción de paz territorial las preguntas alrededor de las causas del conflicto armado toman una significativa relevancia. Porque nos dan la posibilidad de comprender el por qué hemos girado cíclicamente alrededor de episodios violentos y; la relación con la exclusión y segregación del sistema capitalista, más la incapacidad del Estado Social de Derecho para garantizar desarrollos territoriales, sobre todo, en la ruralidad que ha sido más afectada por la guerra. Estas exclusiones visibilizan la necesidad de generar acciones que apunte a reconstruir el tejido social perdido, la memoria y las construcciones colectivas de paz para la reconciliación y no repetición. Además, fortalecer la organización comunitaria que potencie económicas solidarias como trueques, mercados campesinos, alianzas con entidades nacionales e internacionales que busquen este fin, para encontrar un sostenimiento autónomo de las comunidades y territorios rurales.


Notas al final


[1] Como la ya ocurridas en Samaná en 1999 ver https://rutasdelconflicto.com/masacres.


Referencias


Rettberg, A. (2012). Balas y tinto: conflicto armado en la zona cafetera colombiana. En Crisis y transformaciones del munido del café. En M. Samper & S. Topik (Ed.), Crisis y transformaciones del mundo del café (pp. 85-114). Bogotá D.C.: Editorial Pontificia Universidad Javeriana


Palacio, M., & Cinfuentes, M. (2005). El departamento de Caldas: su configuración como territorio de conflicto armado y desplazamiento forzado. Revista del Departamento de Trabajo Social 0(7), 99-110.


López Saldarriaga, L. T., Castaño Bermúdez, L. M., & Grisales Rios, T. (2019). Tejer escenarios de paz desde la Gestión Cultural. Córima, Revista de Investigación en Gestión Cultural, 0(7). doi: https://doi.org/10.32870/cor.a4n7.7342


Unidad de Atención a Víctimas. (2016). Informes regionales 2016 Eje Cafetero. Así seguimos reparando a las víctimas. Recuperado de https://www.unidadvictimas.gov.co/especiales/especial-rendicion-2016/docs/eje-cafetero.pdf

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