De líderes sociales asesinados y una paz que se amenaza con la muerte
- Semillero de Investigación Accion Colectiva
- 27 abr 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 nov 2018
Por: Hugo Rolando Cardenas Gonzalez
El 2018, además de traer consigo la incertidumbre de un año en el que, en términos políticos, se decide el destino del país para el próximo cuatrienio, también trae consigo algo no nuevo en el panorama público para infortunio de un proceso colectivo de construcción de paz y de reivindicación de ciertos sectores sociales en las regiones, algo, que se ha convertido en una suerte de grillete o lastre que pesa y obstaculiza la paz en los territorios rurales: el asesinato de líderes sociales en el país, probablemente una de las alertas que revela la vulnerabilidad de la paz en una perspectiva social y territorial.

Fuente: AFP del Espectador
Y es que a pesar de avanzar en estrategias que buscan la tramitación del conflicto por vías distintas a la armada, se siguen cobrando vidas y procesos de personas que en medio de las adversidades de un conflicto armado interno venían construyendo tejido social, generando movilización y participación por la defensa de los derechos humanos, la defensa y la restitución del territorio, entre otros. Ahora, ante un nuevo escenario político y social, se siembra miedo en las poblaciones y personas que después de un acuerdo con las desmovilizadas guerrillas de las FARC-EP, mantienen la esperanza –a pesar del ruido voraz de las balas que pretenden enterrar las ansias de transformación– por un país más justo, sin hambre, sin violencia, sin más muertes por la guerra de líderes sociales.
Ser líder social o defensor de derechos humanos en los campos y en los barrios populares de este país es como tener la señal de una cruz en la frente, señal de muerte y de persecución que a lo largo de casi ocho años sigue pasando la misma factura: miedo y vidas humanas.
Parece como si el presente estuviera irremediablemente condenado a resucitar pasados de infamia, como el del exterminio de la UP; como si hace 18 años en los Montes de María, en una jornada macabra de cinco días, no hubieran sido masacradas 66 personas y los autores no hubieran jugado fútbol con cabezas de seres humanos, ultrajado a mujeres en legión o celebrado el terror con gaitas y tamboras1; es como si el presente persistiera en mantener la incertidumbre para aquellos –que sin armas– quieren transformar un país, y como si la impunidad continuara para aquellos que siegan a quemarropa la esperanza, por dinero y poder.
En lo que lleva del 2018, según INDEPAZ y varios medios de comunicación2, se establece que las personas líderes sociales en las regiones que han sido asesinadas llegan a un número de 29, igualmente han sido asesinados 10 excombatientes de las FARC-EP que se encontraban en proceso de desmovilización3.
En términos númericos de homicidios, la cifra total en lo que respecta a líderes sociales o activistas de derechos humanos en un periodo de tiempo de cinco años, es decir desde el 2013 hasta la actualidad, se aproxima a la lamentable sumatoria –según las investigaciones del Programa Somos Defensores4– de 400 personas, provenientes en su mayoría de regiones en las que el conflicto ha tenido mayor intensidad como el Cauca, Antioquia, Choco y Nariño.
Lo anterior significa una tiranía de la impunidad y la vergüenza, una dura arremetida contra la paz en los territorios que han tenido mayor impacto del conflicto interno y sobre los cuales recaen intereses de los grupos armados al margen de la ley por las rutas del narcotráfico, la minería ilegal y los cultivos de coca; pero sobre todo, lo que se revela a todas luces es la ineficiencia del Estado y sus instituciones en garantizar el derecho fundamental de la vida para los líderes que construyen desde la paz un nuevo país.
El punto, más allá de solamente cuestionar y juzgar al Estado y sus instituciones, es ver como a algunos sectores de la clase política dirigente y una gran mayoría de sectores políticos, simplemente no les interesa las vidas que se van perdiendo a causa de la factura del control territorial, las rentas del narcotráfico y la represión del Estado con la fuerza pública5; más allá de la molestia de saber que existen bandas criminales herederas del paramilitarismo y una guerrilla miope y sin rumbo como el ELN que sigue perpetrando en su mezquina guerra la vida de líderes y activistas, es cuestionarse hasta dónde el umbral de tolerancia con la impunidad se ha expandido, qué tan indiferentes y pasivos hemos llegado a ser para ver como se extermina la esperanza de transformación sin ni siquiera salir a las calles, presionar a los poderosos o manifestarles a los violentos que los líderes no están solos y que no tenemos miedo. La pregunta es entonces: ¿Cómo hacemos para que el presente no sea tan infame como lo fue el pasado?
Notas
[1] Alberto Salcedo Ramos, “El pueblo que sobrevivió a una masacre amenizada con”, Soho, http://www.soho.co/historias/articulo/el-pueblo-que-sobrevivio-a-una-masacre-amenizada-con-gaitas/10614
[2] Entre ellos Pacifista, El Espectador y El Tiempo.
[3] Redacción Política, “Alerta por oleada de asesinatos a líderes y excombatientes de la Farc,” El espectador, https://www.elespectador.com/noticias/politica/alerta-por-oleada-de-asesinatos-lideres-y-excombatientes-de-la-farc-articulo-738449
[4] Carlos Guevar, “Asesinato de líderes sociales: la guerra que sigue viva,” Razón pública, https://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/10856-asesinato-de-l%C3%ADderes-sociales-la-guerra-que-sigue-viva.html
[5] El 05 de octubre en Túmaco fueron asesinadas 6 personas en una manifestación campesina, los atacantes fueron integrantes de la fuerza pública quienes atacaron indiscriminadamente a los protestantes con armas de fuego. Redacción Judicial, “Campesinos de Tumaco murieron por disparos de larga distancia: Medicina Legal,” El espectador, https://www.elespectador.com/noticias/judicial/campesinos-de-tumaco-murieron-por-disparos-de-larga-distancia-medicina-legal-articulo-716987
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