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¿Cuál es el problema de la negación del conflicto armado vivido en Colombia por un sector político?

"Hermano mío,

pero ya no pariente mío sino muerto de todos,

dime qué debo hacer"

Antígona de Watanabe


El vínculo entre nombramiento del nuevo director nacional de Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Darío Acevedo, con el nuevo gobierno aunado a los saldos de la implementación del “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera​”, con la reciente objeción o sanción de la Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). Son acciones que defienden la idea de no haber existido en Colombia un conflicto armado; los efectos prácticos de este juego discursivo, además de constituirse en cantos a la guerra en tanto que “las palabras de guerra se vuelven actos de guerra”, es la intención de negar hechos victimizantes y a sus responsables.


Si la existencia o no de conflicto armado es un debate abierto, entonces, ¿de donde salen los cientos de miles de desplazados y desaparecidos forzados, los asesinados, masacres y demás actos atroces, si no se vivieron durante combates entre bandos armados del conflicto interno? Lo cierto es que la existencia de las víctimas y los hechos victimizantes no dependen del portavoz de un actor político, que hoy se encuentre en el centro del poder nacional o en la direcciona nacional del CNMH.


La forma en que se nombran a quienes han vivido los efectos directos de las situaciones de sufrimiento humano, de pérdida de seres queridos, de dolor físico y moral derivadas de las distintas violencias experimentadas dentro del conflicto armado dependen en primer lugar, de los debates morales y políticos que se disputan en un periodo concreto, como el que vivimos en la actualidad en Colombia; segundo, de los marcos de justicia disponibles para el uso y demanda por parte de cualquier ciudadano afectado; tercero, de las prácticas de instituciones, personas, vanguardias, grupos sociales organizados, medios de comunicación, entre otros, que van propiciando las discusiones y razonamientos prácticos para que se haga efectiva esa impartición de justicia que demandan las víctimas del conflicto armado.

Fuente: Semana


A su vez, la disputa pública de discursos condicionando la existencia del conflicto armado interno que concluyó en el Acuerdo de Paz firmado en la Habana, Cuba, condiciona a su vez, la forma de nombrar a quienes han padecido sus efectos, las víctimas, y dificulta los razonamientos críticos que nos lleven a la comprensión de su realidad y sus demandas por la verdad y justicia que esperan respuesta. Los retos del proceso de paz hoy se tratan también de la no caducidad y la importancia de la memoria, como un hecho testimonial que no necesariamente se impone como una verdad incuestionable, sino como los ejercicios de debate que toda sociedad requiere tramitar para neutralizar prácticas institucionalizadas de olvido e indiferencia con el dolor de las víctimas.



Muchas veces las víctimas fueron revictimizadas al sufrir desplazamiento forzado y en medio de su trasegar tuvieron que padecer pobreza, humillación, densificación e indiferencia social en las grandes ciudades, además de nuevas violencias con la muerte de hijos y seres queridos que cayeron bajo el fuego de otros actores armados en el país. Por lo que un conflicto armado tan prolongado en el tiempo, como el colombiano, se ha entrelazado con el empobrecimiento estructural de miles de personas que son también víctimas de las políticas económicas y de la falta de atención estatal.


Para sociedades en transición hacia la civilidad, por la dejación de armas y procesos de reconciliación frente a conflictos armados históricos como en Colombia, las valoraciones sobre la solidaridad, el respeto, la consideración y la integridad del otro sin que medie ningún beneficio propio, es un aspecto indispensable para el reconocimiento de las víctimas y del inicio de un tratamiento justo frente a lo que les ocurrió. El reto será cómo convertir el recurso formal de un acuerdo de paz firmado, en unas capacidades reales de la sociedad amplia para la reconciliación y el disfrute de sus libertades de acción, deliberación y proyección en una sociedad sin conflicto armado.

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