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Corte Suprema de Justicia en Colombia falla sin respaldo a las mujeres en el proceso cultural de igu


La lucha judicial que emprendió la magistrada del Consejo de Estado, Luz Stella Conto, esta vez en defensa de sus propios derechos “a vivir libre de violencia, discriminación de género y violencia intrafamiliar”, ha propiciado que en los medios de comunicación se hable del tema, aunque no haya un tinte amarillista de por medio. El caso ha estado en primera plana por más que los periodistas, que por estos días han entrevistado a la magistrada, indaguen y ahonden en las minucias del día a día de la vida de la magistrada con su expareja, buscando alguna manifestación de violencia “visible” que pudiera “evidenciar” situaciones dramáticas y justificar el fallo de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, que hace varias semanas resolvió el caso a su favor.

Este fallo reconoce la situación sistemática de violencia psicológica (emocional y económica) de la que la magistrada había sido objeto por parte de su expareja, desde el comienzo de su matrimonio en 1978, y frente a la cuál tendrá que ser reparada económicamente, independientemente del monto de su salario mensual actual. La noticia seguramente muy pronto pasará al olvido, como tal, como noticia, pero ha abierto un boquete gigante, que no será fácil de cerrar, al propiciar el debate en la opinión pública colombiana de las distintas formas de violencia y discriminación de la mujer, cualquiera sea su situación socioeconómica y nivel educativo y cultural.

La valentía de Luz Stella Conto visibiliza, después de casi cincuenta años de publicado el ensayo “lo personal es político” de Carol Hanisch, la filigrana y sutileza con la que en la vida íntima, y también pública, se sigue viviendo bajo el silencio estandarizado de la discriminación, la exclusión y la violencia sexual.


Lo que nos trae a la memoria a aquellas mujeres anónimas, pero convertidas en símbolos y abanderadas de siglos de lucha por el reconocimiento del derecho a un trato como iguales. Pero también la memoria de lo que les ha sucedido a todas aquellas que solitariamente se decidieron a levantar su voz, a pensar y querer vivir conforme a su deseo, con efectos devastadores en la mayoría de los casos, pero no por ello menos dignas de mención y celebración.

Ese es precisamente el gran mérito que tiene el gesto y batalla jurídica que acaba de ganar la magistrada Conto, aunque no sea un personaje encumbrado en la historia, estas luchas cotidianas, y otras más, mucho más triviales en su momento, se redimensionan mostrando la memoria de todas las vidas que se han sacrificado moviendo lo inamovible. Poniendo en el horizonte social lo imposible para una época, la dignidad de las mujeres y su valía para la vida, no sólo intima, sino también social, económica y política.

Lo que nos hace volver a lo esencial de lo vivido, nos hace dejar de trivializar esos pequeños grandes pasos que cada una ha tenido que dar. Muchas de las vivencias relatadas en el libro Mujeres de Eduardo Galeano, nos ejemplifican lo impensable que fue en otra época este momento cotidiano de hoy. A lo largo del libro Mujeres del escritor Eduardo Galeano, se puede apreciar la valentía y el tesón de mujeres famosas, guerreras, diosas, monjas, artistas, campesinas, reinas y plebeyas, todas con un mensaje en común a lo largo de sus destinos, frente a la barbarie, la injusticia, la guerra y la ignominia, siempre se podrá hacer algo. En el relato El zapato, narrando la muerte de Rosa Luxenburgo nos cuenta:

“En 1919, la revolucionaria Rosa Luxenburgo fue asesinada en Berlín. Los asesinos la rompieron a golpes de fusil y la arrojaron a las aguas de un canal. En el camino, ella perdió un zapato. Alguna mano recogió ese zapato, tirado en el barro. Rosa quería un mundo donde la justicia no fuera sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad fuera sacrificada en nombre de la justicia. Cada día, alguna mano recoge esa bandera. Tirada en el barro como el zapato.” (p. 79)

Mucho camino queda en el imaginario cultural, social y político para lograr una igualación. Muchas luchas, pero hoy la magistrada Luz Stella Conto está recogiendo ese zapato tirado en el barro, y obliga a la opinión pública colombiana a hablar, debatir y, porque no, resignificar las nociones prevalecientes de mujer, de violencia, de familias o equidad, por ejemplo, para esos mundos posibles con mujeres y hombres experimentando un amplio proceso cultural de igualación.


 
 
 

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