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Madres Comunitarias de Bienestar Familiar: emergencia de lo comunitario o ausencia estatal

Cuando se tiene la posibilidad de acercase a una de las comunidades que cuenta con un hogar comunitario de bienestar, se percibe a su alrededor un espacio de respeto, muchos de los niños educados por estas madres han continuado su proceso formativo, otros, ahora padres, repiten su historia y estas madres se asumen como abuelas, no solo por educar a los hijos de sus antiguos niños sino porque hoy muchas de ellas son adultos mayores. Las madres comunitarias tienen una profunda relevancia en sus comunidades, esa figura de prestigio les permite moverse en medio de la violencia de sus barrios, de participar de otros procesos, de ser consejeras y a veces en mediadoras de los conflictos, asuntos que están por fuera de su función principal, pero esa cercanía y centralidad las ha convertido en figuras importantes. Existe un acuerdo comunitario implícito, edificado con los años.


Este programa enfocado a la atención de los niños en las comunidades más pobres del país consistía en una labor de cuidado por parte de las madres comunitarias quienes asumieron la responsabilidad de albergar en sus hogares a niños para que sus madres salieran en búsqueda de empleo. En la década de los noventa del siglo XX, emerge esta figura a partir del programa de Hogares Comunitarios, estrategia impulsada por el gobierno a través del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en respuesta al llamado de la comunidad internacional de reducir sus índices de pobreza y desempleo en comunidades de bajos recursos.


En Colombia, el programa de hogares comunitarios de bienestar ha sufrido cambios importantes que van más allá del cuidado, se han fortalecido los procesos formativos de las madres comunitarias, el nivel de incidencia del ICBF en la labor diaria de las madres ha aumentado con la visita de psicólogos o nutricionistas, donde se sigue con lupa la ejecución de sus actividades, en algunos momentos con una fuerte demanda por el cumplimiento de objetivos, que desbordan sus capacidades locativas, formativas y de dedicación.


Sin embargo, este panorama no ha derrumbado el compromiso social que estas mujeres han adquirido en el ejercicio de su labor, desconocida por algunos sectores sociales e institucionales, pero que ha ganado batallas por el mejoramiento de los insumos y alimentos que reciben por parte del ICBF, también por cambiar una de las grandes debilidades del programa, el reconocimiento de derechos laborales como madres comunitarias.

Fuente: El Heraldo. Nueva protesta de Madres Comunitarias


Surge a partir de este programa un fortalecimiento de las asociaciones comunitarias, generando importantes vínculos, que se traducen en confianza, compromiso y solidaridad. El terreno conquistado en sus barrios, el acompañamiento de sus familias y el apoyo a su labor, anudado al vínculo que como mujeres y madres han construido a nivel de país; sus formas de articulación, comunicación y organización las convierte en uno de los movimientos comunitarios más fuertes, obteniendo del Estado colombiano el derecho a un salario mínimo, a la vinculación al régimen de salud, pero en continua lucha por una pensión.


Es contradictorio que la característica de su labor solidaria sea la que les ha otorgado la posición de reconocimiento que ocupan en sus comunidades, pero la que ha dificultado o ha servido de excusa para que el Estado colombiano durante años dilate y evada reconocerlas plenamente como mujeres trabajadoras. Una discusión que ha implicado repensar la concepción de que las actividades solidarias no merecen una retribución económica.


Por lo anterior, la labor de las madres comunitarias en Colombia es un claro ejemplo de la delegación de funciones sociales, responsabilidad del Estado, en el sector comunitario; delegación que tuvo como efecto secundario, lo que podría denominarse “la emergencia de lo comunitario”. Las madres al igual que muchas organizaciones asumieron labores que estaban en cabeza del Eostado: el cuidado de los niños, la educación, los procesos culturales, ambientales, recreativos. La distribución de funciones en el sector comunitario planteada en la década de los noventa en el marco de una concepción neoliberal que apuntaba a reducir la estructura estatal, abrió la puerta a un sector que se fue consolidando a través de organizaciones estructuradas que han asumido un papel fundamental, no solo en liderar asuntos atenientes a lo social, sino que son sectores de la población hoy fortalecidos con capacidad de ser ejecutores de distintos proyectos, y ser veedores de las entidades estatales por el manejo de los recursos.


Esa emergencia de lo comunitario, fortalecido y cargado de experiencia es imposible que sea hoy lejano o desconocido por el Estado colombiano si se busca construir proyectos sólidos y con objetivos claros que apunten a la satisfacción de necesidades.

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